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AGRESTE-
“El arte de nuestra época debe representar, o criticar, mejor dicho,
nuestros propios actos para que su fin sea provechoso.”
Francisco Oller
“Lo que ves es lo que ves.”
Frank Stella
Acababan de disiparse los poderosos vientos del huracán María cuando Cecilio Colón Guzmán entró a su taller temiendo lo peor. Sin embargo, al recorrer con su vista la pared principal del recinto comprobó con alivio que las 15 obras que había preparado para la exposición Agreste-
Fue entonces que al mirar por la ventana la arboleda arrasada por el ciclón, su ojo de pintor reconoció una escena muy similar al paisaje fragmentado de sus pinturas. Para su sorpresa, allí estaban, encuadradas por el marco de madera, las mismas ramas secas y las vigorosas texturas de sus obras en un paraje que, aunque desolado por la muerte, exhibía una oscura y extraña belleza.
Esta experiencia epifánica, narrada con pasión por Colón Guzmán, le reveló el carácter premonitorio de sus obras. Durante los tres años previos al paso de la tormenta, el pintor se entregó a un proceso de creación eminentemente intuitivo que lo llevó a ensamblar objetos dispares con bastidores pintados para lograr una obra de gran impacto visual y de una belleza tan extraña como la que nos dejó el huracán.
Solo un maestro de la composición y del color, como lo es Cecilio Colón, puede acometer con éxito la difícil tarea de integrar la gran variedad de elementos que coexisten en estos hermosos ensamblajes. Su constructivismo geométrico de acabado impecable, es de raíz clásica pues utiliza el ángulo recto y la simetría para otorgarle estabilidad a sus composiciones. No obstante, ese orden racional es subvertido con la introducción de manchas de color, texturas orgánicas en movimiento, clavos, objetos, maderas, plásticos y ramas; así el artista crea las tensiones formales necesarias para lograr el drama visual de sus ensamblajes. El resultado final es de una hibridez enigmática y preciosista.
Esa oposición binaria entre lo geométrico y lo orgánico es la metáfora que da sustento, no solo al aspecto formal de las obras, sino también al conceptual. La dicotomía está anunciada desde el principio por el título Agreste-
Cecilio Colón ha dicho que el paisaje que rodea su casa y taller ha inspirado muchos de sus cuadros. El artista vive en un área rural del pueblo de Gurabo amenazada por el desparramamiento urbano que se replica por todo Puerto Rico. Su conciencia ecológica y sus valores éticos lo han inducido a utilizar su obra para denunciar la catástrofe ambiental que se nos viene encima ante la indiferencia de la mayoría. Este compromiso lo aparta de la tradición del formalismo puro del arte abstracto que aprendió de sus maestros en la Universidad y lo conecta con la agenda social que inició en la isla Francisco Oller y continuaron los pintores de la generación del 50. Desde este punto de vista, podemos decir que Cecilio Colón practica una abstracción del siglo 21 que sabe despojarse de purismos limitantes y se atreve a integrar aquellos elementos que le puedan servir para expresarse con libertad.
A pesar de todo su empeño, Cecilio Colón Guzmán admite que sus ideas ambientales y sociales no siempre pueden leerse con claridad en sus obras y por eso celebra la ambigüedad y la polisemia de sus ensamblajes que se prestan para múltiples interpretaciones. El espectador tiene la última palabra, y decidirá si se aventura a entrar en los temas sociales que propone el autor o si por el contrario, disfrutará las obras aceptándolas como objetos estéticos puros en donde la materia, la textura y la composición son, en sí mismas, el tema central de la muestra.
Rafael Trelles
2020
San Juan, Puerto Rico
Agreste-
Son obras que respiran cierta armonía, orden y limpieza; obras de capcioso colorido y de yuxtaposiciones a veces antagónicas; obras que podrían observarse, entre tantas acepciones posibles, como una oda a la estructuración en la que se manifiestan los controles y balances de la Naturaleza, la sabia fuente en la que nuestra especie puede escudriñar respuestas a sus búsquedas materiales y espirituales; mientras, por otro lado, podrían aludir al desbalance provocado por la misma especie humana; desbalance maquillado con estrategias mediáticas, que terminan siendo artimañas que atrapan y manipulan, cual atractivos mecanismos de captura de plantas insectívoras.
En esta serie de obras integro múltiples lienzos meticulosamente pintados, y me aventuro a trabajar lo tridimensional, en piezas con cierto aire de escenario teatral que me permiten dialogar sobre el drama de la existencia y compartir aspectos formales de la creación artística.
A partir del 20 de septiembre de 2017 el huracán MARÍA provoca mirar las obras y el título de esta serie –
Nuestra casa y talleres, en las montañas de Gurabo, resistieron bien el ciclón, excepto por el viento y el agua que entraron por todas partes como si una manguera de alta presión se impusiera. El bosque aledaño y los árboles de la finca quedaron destrozados, como si hubiera estallado una bomba. Muchas casas de vecinos fueron gravemente afectadas, así como el sistema de energía eléctrica, las carreteras, el suministro de agua potable y la disponibilidad de alimentos y demás productos. Lo mismo ocurrió en todo Puerto Rico, en el agreste y en el urbano.
Pasado el huracán, entré a mi taller; y allí estaban las obras, como diciéndome: «Obsérvanos bien, pues podríamos ser registro y metáfora de lo que quedó allá afuera: árboles desnudos y partidos, metales, elementos punzantes y amenazantes; espacios vacíos que antes estuvieron habitados; flora, fauna y agricultura heridos… Pero no olvides la pertinencia cíclica de los huracanes en la vida de los ecosistemas. ¿Será por esto último que nuestros colores no son tétricos y hasta respiramos cierta armonía, orden y limpieza? ¿Será que nuestra apariencia es también metáfora del otro desastre; del desastre provocado por la realidad político-
Al pasar de los días y las semanas, entre la nueva lucha diaria y la oscuridad terrenal de noches con cielos bellamente iluminados por estrellas, la capacidad metafórica del Arte se develaba, y allí estábamos; como péndulos en un Puerto Rico distinto a la Isla del Encanto ilusoria que nos vendieron; entre los secretos de la corrupción rampante y la encerrona de un sistema político-
Y aquí estamos; habitantes de un Caribe huracanado, en el que la Naturaleza continuará sus ciclos milenarios.
Cecilio Colón Guzmán
2020
Gurabo, Puerto Rico
MAGIA EN LA MUESTRA AGRESTE URBANO
Del pintor Cecilio Colón
Jorge Rodríguez, EL VOCERO
Con su usual veracidad plástica, el pintor Cecilio Colón expresa que sus obras respiran una cierta armonía, orden y limpieza, que manifiestan los controles y balances de la naturaleza. El artista acaba de exhibir en el Centro Cultural El Bastión la muestra Agreste-Urbano, y también su obra se encuentra en ceciarte.com.
“Podrían aludir, además, al desbalance provocado por la misma especie humana. Me aventuro a trabajar lo tridimensional, en piezas con cierto aire de escenario teatral, que me permiten dialogar sobre el drama de la existencia y compartir aspectos formales de la creación artística. También hablan del desastre provocado por la realidad político-social que nos abruma y de los habitantes de la geografía de una isla violada”, expresó Colón.
Es entonces que a partir de ahí, su caos original va tomando una forma más definida, va evolucionando hasta un punto indeterminado, que viene dado a estar listo cuando quiera. Y agrega que busca un juego de sombras donde utiliza el reflejo de la tridimensionalidad que parecen dibujos de grafiti, pero que son visiones de objetos que pueden ir cambiando del movimiento de la luz, metamorfoseando cierto dinamismo que se desprende de la obra.
A esto añade el maestro Rafael Trelles que “solo un maestro de la composición y del color, como lo es Cecilio Colón, puede acometer con éxito la difícil tarea de integrar la gran variedad de elementos que coexisten en estos hermosos ensamblajes. Su constructivismo geométrico de acabado impecable es de raíz clásica. Pues utiliza el ángulo recto y la simetría para otorgarle estabilidad a sus composiciones. No obstante, ese orden racional es subvertido con la introducción de manchas de color, texturas orgánicas en movimiento, clavos, objetos, maderas, plásticos y ramas. Así el artista crea las tensiones formales necesarias para lograr el drama visual de sus ensamblajes. El resultado final es de una hibridez enigmática y preciosista”.
Tal impresión fue pegajosa entre sus cuadros en El Bastión, donde utilizaba desde el ‘ready-made’, los balances de las luces de la sala, un archi colorido fluctuando entre la abstracción y los personajes de matas insectívoras, y todo un diálogo tras bastidores artesanal, que emanaba de esta misteriosa propuesta detallista, con una carga social y formal en el arte. Pasado todo bajo la experiencia del cedazo del huracán María, que su obra resistió, y la pandemia del encierro que le ha dejado intacto.
“Eventualmente el artista se convierte en el espectador, tras muchas de estas cosas adquirir simbolismos, mensajes, analogías. Ahí es donde entra esta relación de que miraba esas obras pensando que todo lo que brilla no es oro y que hay que ir más allá de las cosas. Por eso cuando agarro el bastidor, este sale al encuentro del espectador, con planteamientos ambientales, unas imágenes que van surgiendo con nada planificado en relación con las cosas que ocurren en el planeta, nuestro país, y desde ahí salen las artimañas para conversar y los juegos”, apuntó.
Colón terminó diciendo que Agreste-Urbano presenta su trabajo reciente en obras que confieren papel protagónico a materiales vinculados al proceso de crear de “este artista-ser-humano”.
“Y aquí estamos: habitantes de un Caribe huracanado, en el que la naturaleza continuará sus ciclos milenarios. Una que se desenvuelve entre lo rural y lo urbano, entre un paisaje natural, el agreste, y un paisaje creado-manipulado, la finca, el jardín, el urbano”, concluyó.